Durante el noventa y seis, según cuentan los mayores, la irrupción de un trío heterogéneo e inclasificable detonó la genuina histeria de una generación que ahora rebasa peligrosamente la treintena. Los colores rojos y negros intensos y los cuerpos en pleno desarrollo arrojándose contra las paredes elásticas de una habitación/ cubo sugirieron a la audiencia la metáfora de ira marchita contenida, o bien, la merecida guerra contra los adultos. Hoy incluso algunos comentarios de audiencia reciente, con el tufo snob característico de millenial, proclaman a la canción "Teenage angst" de Placebo como el himno mundial adolescente, sin embargo olvidan que en medio de esa habitación también gravitan tres músicos que están lejos de la adolescencia, y de hecho cantan todo lo contrario.
Brian Molko y Stefan Osdal, integrantes primigenios de la banda, firmaron contrato discográfico a la edad de veinticuatro, ambos provenían de familias disolutas y errantes, no tener tierra a dónde sujetarse más la inseguridad clásica de la primera juventud les permitió madurar de golpe. Una temporada en el Londres menos decoroso esculpió a un par de obreros tristes que sonaban sus narices con títulos universitarios inútiles; la miseria humana pagaba las noches de ensayo en departamentos pesadillescos y los boletos de bus para las guitarras y teclados que se tranportaban a bares más o menos decentes. Los desayunos de hierba y café compensaban las resacas por las cenas de cerveza y aplausos de al menos veinte personas. Como sea, toda esa experiencia, que sólo tras siete álbumes de estudio se le puede llamar sacrificio, había sido hasta entonces gran parte de la vida adulta, esa náusea repentina que irrumpe en la fase menos profunda del sueño profesionista autosuficiente, ese cuento chino que se lee todavía a estudiantes ingenuos en las universidades cursis.
La tonada se antoja juvenil y primaveral, las guitarras son pacíficas y los platillos no lo suficientemente molestos para alertar a los celadores, esa canción se canta con una voz condescendiente que desencaja con las autolesiones y la ansiedad chillante que retrata la cámara. Para estallar los muchachos deben introducirse a un "mundo cúbico" en el que sean capaces de rebelarse sin alterar el mundo real, en el que puedan gritar sin ocultar el canto de los pájaros o el movimiento del pastizal. Dentro todo es posible, lo es por ejemplo el juego de la revolución: besos salvajes entre desconocidos, vestimenta atípicas, adopción de comportamientos contrarios a su sexo y género y bailes con muecas iracundas. Pero este despliegue de libre albedrío resulta ser inútil y estático, los rebotes contra la pared y el techo dan cuenta de que su libertad permanece encerrada, no es real: "Since I was born I started to decate".
Tomemos la letra para resaltar elementos, frases como "you see through my disguise", "trapped in amber, petrified" y "air and social graces, elocution so divine"; en las primeros versos citados se hace notar que el yo lírico es un sujeto inseguro y avergonzado de sí mismo pues lleva por voluntad propia un disfraz al que cuidaba y la imagen de la petrificación en ámbar recuerda al sentimiento insecto, un ser pequeño e insatisfecho como más adelante confiesa. En el tercer verso asoman convenciones sociales que le son artificiales a su naturaleza. A primera vista, oída tal vez, asociamos la inseguridad y el aborrecimiento de la etiqueta con un movimiento pro juventud, antifascismo "adultecino", posturas inherentes en la edad de la punzada, sin embargo escapar por esa vía es un gesto no sólo predecible sino reduccionista con tamaña fuente riquísima.
Desde mi punto de vista "Teenage angst" es un testimonio de la maldición de nubilidad, esa angustia que aparece en compañía del vello y los nuevos apetitos se antoja como pasajera hasta el destino del andén reservado para mayores experiencias y equipaje. No es un himno para la rebelión, acepta con trabajo el desencanto de ser adolescente cuando ya no se debería serlo, me explico, se trata que esa división entre púberes y los mayores no existe, nadie está preparado ni madura lo suficiente para enfrentar la vida que forzosamente intentan dividir y oponer a la real, ambas son la misma. Los miedos, las dudas, los actos de inconsciencia, la soberanía en dosis pequeñas no desaparece tras las graduación ni al recibir las llaves del primer departamento. El condensado de terrores e inexperiencia en nuevos territorios cabe en la gran categoría de angustia adolescente.
Empezar a decaer desde el nacimiento anula la posibilidad del florecimiento tan ansiado, no hay y no existe. Las desventajas y limitaciones que caracterizan a esta supuesta etapa de maduración no son los estados obligatorios de la biología sino bienvenidas al todos los días después de abrir la puerta a la realidad una vez que se ya no se puede ser niño. ¿De veras es un fiesta ser joven? ¿son saltos de alegría los que dan Molko y compañía? La canción, en mi opinión, apunta al sentimiento de descubrir que la madurez no llega por sí sola y los sueños de ser grande no son regalos que concede la naturaleza; sin libertad, sin dinero, sin ideas claras, sin determinación ¿puede uno llamarse adulto? No, uno se conserva metafísicamente en el cuartel "teenage angst". Pero el aceptar que la recompensa del patito feo y niño no es la de admitir la de años que todavía le quedan por delante, sería por supuesto dar por sentado que no hay diferencias entre etapas ni razón para poner en escalones más altos a quienes recuerdan más primaveras o copas mundiales de fútbol (pero ojo, no me refiero a faltar el respeto a los mayores quede justificado o que derrocar [o al menos cuestionar] la amorosa tiranía de los padres sea una buena idea) por lo tanto deja de ser la inmadurez un recurso endémico de ciertas especies y la inexperiencia un motivo suficiente para prohibiciones y castigos
Brian al menos promete "I'll stick to my needle, and my favorite waste of time, both spineless and sublime", que me suena a una especie de venganza en la que declara que si esto se trataban las cosas entonces al menos tiene el consuelo de conservar el producto de sus años de juventud, su identidad, el aprendizaje (y no aprendizaje) de teorías fundamentales para la supervivencia y demás vicios o actividades chatarra para cuales no halla donde pegar algún defecto. Tanto el adulto como el adolescente reciben nuevas responsabilidades en cuanto la sociedad los afilia a su nuevo y "temporal" club, en ambos casos los sentimientos encontrados ante las expectativas o la nostalgia de la mamila se hacen presentes, además en ambos polos el sueño de insubordinación no muere nunca para perseguirse hasta quién sabe cuando,quizá hasta ¿la vejez? ¿el sistema pertenece a los ancianos? ¿los abuelos esconden metralletas? ¿también se jubilan de la injusticia?
Crucemos los dedos para que Placebo, superada la veintena, pueda cantarnos algo al respecto.
Brian Molko y Stefan Osdal, integrantes primigenios de la banda, firmaron contrato discográfico a la edad de veinticuatro, ambos provenían de familias disolutas y errantes, no tener tierra a dónde sujetarse más la inseguridad clásica de la primera juventud les permitió madurar de golpe. Una temporada en el Londres menos decoroso esculpió a un par de obreros tristes que sonaban sus narices con títulos universitarios inútiles; la miseria humana pagaba las noches de ensayo en departamentos pesadillescos y los boletos de bus para las guitarras y teclados que se tranportaban a bares más o menos decentes. Los desayunos de hierba y café compensaban las resacas por las cenas de cerveza y aplausos de al menos veinte personas. Como sea, toda esa experiencia, que sólo tras siete álbumes de estudio se le puede llamar sacrificio, había sido hasta entonces gran parte de la vida adulta, esa náusea repentina que irrumpe en la fase menos profunda del sueño profesionista autosuficiente, ese cuento chino que se lee todavía a estudiantes ingenuos en las universidades cursis.
La tonada se antoja juvenil y primaveral, las guitarras son pacíficas y los platillos no lo suficientemente molestos para alertar a los celadores, esa canción se canta con una voz condescendiente que desencaja con las autolesiones y la ansiedad chillante que retrata la cámara. Para estallar los muchachos deben introducirse a un "mundo cúbico" en el que sean capaces de rebelarse sin alterar el mundo real, en el que puedan gritar sin ocultar el canto de los pájaros o el movimiento del pastizal. Dentro todo es posible, lo es por ejemplo el juego de la revolución: besos salvajes entre desconocidos, vestimenta atípicas, adopción de comportamientos contrarios a su sexo y género y bailes con muecas iracundas. Pero este despliegue de libre albedrío resulta ser inútil y estático, los rebotes contra la pared y el techo dan cuenta de que su libertad permanece encerrada, no es real: "Since I was born I started to decate".
Tomemos la letra para resaltar elementos, frases como "you see through my disguise", "trapped in amber, petrified" y "air and social graces, elocution so divine"; en las primeros versos citados se hace notar que el yo lírico es un sujeto inseguro y avergonzado de sí mismo pues lleva por voluntad propia un disfraz al que cuidaba y la imagen de la petrificación en ámbar recuerda al sentimiento insecto, un ser pequeño e insatisfecho como más adelante confiesa. En el tercer verso asoman convenciones sociales que le son artificiales a su naturaleza. A primera vista, oída tal vez, asociamos la inseguridad y el aborrecimiento de la etiqueta con un movimiento pro juventud, antifascismo "adultecino", posturas inherentes en la edad de la punzada, sin embargo escapar por esa vía es un gesto no sólo predecible sino reduccionista con tamaña fuente riquísima.
Desde mi punto de vista "Teenage angst" es un testimonio de la maldición de nubilidad, esa angustia que aparece en compañía del vello y los nuevos apetitos se antoja como pasajera hasta el destino del andén reservado para mayores experiencias y equipaje. No es un himno para la rebelión, acepta con trabajo el desencanto de ser adolescente cuando ya no se debería serlo, me explico, se trata que esa división entre púberes y los mayores no existe, nadie está preparado ni madura lo suficiente para enfrentar la vida que forzosamente intentan dividir y oponer a la real, ambas son la misma. Los miedos, las dudas, los actos de inconsciencia, la soberanía en dosis pequeñas no desaparece tras las graduación ni al recibir las llaves del primer departamento. El condensado de terrores e inexperiencia en nuevos territorios cabe en la gran categoría de angustia adolescente.
Empezar a decaer desde el nacimiento anula la posibilidad del florecimiento tan ansiado, no hay y no existe. Las desventajas y limitaciones que caracterizan a esta supuesta etapa de maduración no son los estados obligatorios de la biología sino bienvenidas al todos los días después de abrir la puerta a la realidad una vez que se ya no se puede ser niño. ¿De veras es un fiesta ser joven? ¿son saltos de alegría los que dan Molko y compañía? La canción, en mi opinión, apunta al sentimiento de descubrir que la madurez no llega por sí sola y los sueños de ser grande no son regalos que concede la naturaleza; sin libertad, sin dinero, sin ideas claras, sin determinación ¿puede uno llamarse adulto? No, uno se conserva metafísicamente en el cuartel "teenage angst". Pero el aceptar que la recompensa del patito feo y niño no es la de admitir la de años que todavía le quedan por delante, sería por supuesto dar por sentado que no hay diferencias entre etapas ni razón para poner en escalones más altos a quienes recuerdan más primaveras o copas mundiales de fútbol (pero ojo, no me refiero a faltar el respeto a los mayores quede justificado o que derrocar [o al menos cuestionar] la amorosa tiranía de los padres sea una buena idea) por lo tanto deja de ser la inmadurez un recurso endémico de ciertas especies y la inexperiencia un motivo suficiente para prohibiciones y castigos
Brian al menos promete "I'll stick to my needle, and my favorite waste of time, both spineless and sublime", que me suena a una especie de venganza en la que declara que si esto se trataban las cosas entonces al menos tiene el consuelo de conservar el producto de sus años de juventud, su identidad, el aprendizaje (y no aprendizaje) de teorías fundamentales para la supervivencia y demás vicios o actividades chatarra para cuales no halla donde pegar algún defecto. Tanto el adulto como el adolescente reciben nuevas responsabilidades en cuanto la sociedad los afilia a su nuevo y "temporal" club, en ambos casos los sentimientos encontrados ante las expectativas o la nostalgia de la mamila se hacen presentes, además en ambos polos el sueño de insubordinación no muere nunca para perseguirse hasta quién sabe cuando,quizá hasta ¿la vejez? ¿el sistema pertenece a los ancianos? ¿los abuelos esconden metralletas? ¿también se jubilan de la injusticia?
Crucemos los dedos para que Placebo, superada la veintena, pueda cantarnos algo al respecto.
**
Placebo. (1996). Teenage Angst. En Placebo. [CD]. Londres, Inglaterra: Virgin Records.
Placebo. (1996). Teenage Angst. En Placebo. [CD]. Londres, Inglaterra: Virgin Records.